Artículo Original: Michelle Carrere / https://es.mongabay.com/2021/0...
Durante más de un siglo, el Valle de Chacabuco, que hoy formar parte del Parque Nacional Patagonia, un área protegida en la penúltima región austral de Chile, Aysén, fue una estancia ganadera donde se criaban más de 30 mil ovejas.
En 2004, la organización de conservación Tompkins Conservation compró dicha estancia, ubicada entre las ex reservas nacionales Tamango y Jeinimeni, tras lo cual fueron desmontados los corrales y los cercos que dividían el predio estanciero. La conectividad física y ecológica entre Tamango y Jeinimeni poco a poco fue dando paso a una mayor presencia de huemules, pumas y otras especies que hasta entonces habían visto su espacio limitado.
Tompkins Conservation junto con la Corporación Nacional Forestal (Conaf), la institución pública encargada de administrar las áreas silvestres protegidas en Chile, desarrolló entonces un programa de marcaje de pumas para rastrearlos y generar información que permita responder a ciertas preguntas como: ¿por dónde se desplazan estos animales?, ¿cuántos son?, ¿de qué se alimentan?
El rastreo realizado durante años a estos felinos, mediante collares GPS y fotografías, ya arrojó las respuestas a esas primeras preguntas. Se calcula que habitan unos 32 pumas adultos en el parque, que recorren cientos de kilómetros de distancia por lo que su territorio es de unas 20 000 hectáreas y que el 90 % de su dieta está conformada por guanacos (Lama guanicoe).
Ahora, los expertos se encuentran en una segunda etapa del estudio: analizar la relación entre pumas y seres humanos. El objetivo es saber cuáles son los espacios que los visitantes del parque nacional comparten con los pumas para generar medidas preventivas y educar a las personas sobre qué hacer en caso de un encuentro con estos animales.
Lee más | Chile: aumentan los casos de pudúes heridos por ataques de perros sin supervisión en Chiloé
Las amenazas a las que está expuesto el puma (Puma concolor), considerado Vulnerable según la clasificación nacional, son múltiples “principalmente porque su ámbito de distribución supera con creces los límites de las áreas silvestres protegidas”, señala Rodrigo Munita, director ejecutivo de Conaf. La pérdida de su hábitat, la disminución de sus presas producto de la deforestación, la caza ilegal, los ataques de perros sin supervisión, las enfermedades transmitidas por animales domésticos y la perturbación humana como el turismo no regulado o las actividades de fotosafari, son las principales amenazas que enfrentan estos felinos, asegura Munita.
Es por ello que los pumas son parte importante de un grupo de animales que es monitoreado por Conaf a través de cámaras trampa, dispositivos que pueden capturar videos o fotografías, que funcionan durante el día y la noche, y que se activan ante el menor movimiento.
Según Munita, “se han dispuesto en la Región de Aysén 110 cámaras trampa distribuidas en los Parques Nacionales Patagonia y Cerro Castillo”. Además, otras 80 se han instalado en la región de Magallanes, la más austral del país, específicamente en la Reserva Nacional Laguna del Parrillar y en el Parque Nacional Torres del Paine. “Esta iniciativa es el mayor desafío que hoy en día se desarrolla en pos de la conservación del puma”, aseguró a Mongabay Latam el director ejecutivo de Conaf.
En el caso puntual del Parque Nacional Patagonia, son 17 los puntos de muestreo en senderos y sitios de camping donde Tompkins Conservation y la Corporación Nacional Forestal han instalado las cámaras trampa para monitorear la interacción entre felinos y personas.
El veterinario Cristián Saucedo, director de Rewilding de Tompkins Conservation, explica que aunque la mayor afluencia de turistas se da en el verano, entre noviembre y febrero, la crisis sanitaria por el COVID-19 ha reducido considerablemente el flujo de visitantes. Por lo mismo, los datos obtenidos hasta ahora “no son del todo representativos porque no ha llegado la gente que normalmente llega”, dice. Sin embargo, asegura que de todas formas la información obtenida ha servido como base para saber cuáles son los animales que se desplazan por los senderos que utilizan los visitantes y también para prever sus comportamientos.
Al revisar las imágenes, los expertos descubrieron que por donde caminan las personas también transitan numerosas otras especies como zorros culpeos (Lycalopex culpaeus), gatos montés (Leopardus guigna), zorrillos (Mephitidae) y pumas de distintas edades: hembras con crías, machos dominantes, individuos juveniles y cachorros. “Esto da cuenta de que hay una población de pumas sana porque está toda la estructura social”, dice el veterinario. “Cuando tú tienes poblaciones de pumas que están expuestas a la caza y a la presión human, esta estructura no se da y tú ves solo ejemplares juveniles o uno que otro macho dominante”, explica el científico. Que la población de pumas se encuentre sana da cuenta, además, de que todo el ecosistema dentro del parque está en buenas condiciones. Al ser ese felino un depredador tope, su presencia indica que todas las demás especies que están debajo de él en la cadena trófica también están en un buen estado de salud.
Pero, además, los científicos han podido obtener información importante acerca del comportamiento de estos animales. Por mucho tiempo se creyó que los pumas eran solitarios, dice Saucedo, sin embargo, “su recuperación ha mostrado que son mucho más sociables de lo que creíamos y que probablemente esto de verlo en solitario era más un artefacto de sus densidades reducidas o de la persecución permanente que había sufrido”, señala.
También han podido observar que a mayor afluencia de público, menor es la presencia de fauna. “Los pumas no se presentan o cambian la hora en que aparecen porque obviamente si hay personas caminando o hablando o en grupo, eso tiene algún efecto disuasivo hacia ellos y hacia la fauna en general”, dice Saucedo.
El guardaparques Pablo Olmedo ha sido testigo de esto. Hace dos temporadas atrás, cuando el parque recibió una afluencia normal de turistas, “había mucho movimiento de gente y de vehículos por lo que no era tan frecuente ver pumas”, dice. “Ahora en la temporada que pasó, debido a la pandemia, la visitación bajó bastante y la frecuencia de encuentros con pumas aumentó mucho”, asegura. De hecho, el avistamiento es tan frecuente que “si anduviéramos buscándolos sería posible verlos casi todos los días”, asegura Olmedo.
Que disminuya la presencia de pumas en los senderos cuando aumenta la cantidad de turistas no representa, sin embargo, una amenaza para la especie, asegura Saucedo. “Debemos tomar en cuenta la escala”, explica el científico. “Los pumas tienen territorios enormes y muchos de ellos ni siquiera ocupan los senderos que utilizan los visitantes”, precisa.
Pero además, que los pumas estén sanos y bien alimentados, y que eviten el contacto con los humanos es una buena noticia porque demuestra que las posibilidades de un ataque son mínimas.
Lee más | Muitú: el ave que volvió a nacer tras su extinción en el Iberá
“En general, el ataque de puma y de otros grandes felinos se asocia cuando hay escasez de presas o cuando ocurren malas prácticas, por ejemplo, que la gente les deje alimento en ciertas zonas”, explica Saucedo. Sin embargo, “en este caso nada de eso ocurre”, asegura.
El experto precisa que hay dos situaciones muy puntuales en las que eventualmente un puma podría atacar a un humano. La primera es si cree que alguien quiere apropiarse de su comida. “Si un puma justo tiene el resto de un animal que mató por ahí cerca, puede eventualmente interpretar que alguien que está pasando por ahí va a ir a consumir esa carne que le pertenece”, dice el veterinario. El segundo escenario puede darse si una hembra con cachorros se siente amenazada ante la presencia de personas.
Por eso, Saucedo explica que “si encuentro restos de un guanaco a medio comer, no me voy a meter ahí, sino que voy a tomar distancia”. Lo mismo debe hacerse en caso de ver a una hembra con sus cachorros y “si yo, adulto, ando con niños chicos, no voy a dejar que anden corriendo solos, sino que voy a estar supervisándolos”, agrega el experto. “Son cosas de mucho sentido común, pero como dice alguien por ahí, es el menos común de los sentidos y por lo tanto uno tiene que orientar y ese es un trabajo que ha venido haciendo Conaf con los guardaparques”, señala.
La información se despliega a través de señaléticas, pero también a través de inducciones que reciben los visitantes antes de comenzar el recorrido por el área protegida. “Todos los visitantes reciben una pequeña charla educativa de cómo comportarse frente al puma en particular y también frente a las demás especies que habitan el parque”, dice Olmedo.
“Lo importante es poder mostrarle a los visitantes que ese sendero por el que cada uno de ellos está transitando, es el hogar de un montón de otras especies que viven en ese parque nacional”, dice Saucedo. Así, agrega el científico, “de alguna forma deja de ser tan solo un paisaje, una montaña, la ladera de un cerro, sino que pasa a ser el hogar de todas estas criaturas. Esa es una herramienta de promoción del valor de nuestro parque muy importante”.
El objetivo de este monitoreo, realizado por Tompkins Conservation y Conaf, es que se sostenga en el tiempo de tal manera que la información científica levantada aporte de manera permanente a la toma de decisiones al interior del área protegida. “Para mejorar y precisar conclusiones es necesario seguir aumentando los esfuerzos de monitoreo a nivel espacial y temporal principalmente en aquellas áreas silvestres donde la abundancia de puma claramente es menor”, dice Munita.
Atribución de derechos:
Artículo Original: Michelle Carrere / https://es.mongabay.com/2021/0...